sábado, 5 de noviembre de 2022

EL ARTE DE LA GUERRA

 EL ARTE DE LA GUERRA 

En los últimos meses he comprobado que se puede obtener el mayor placer con un solo dedo. Basta con rozar los tres puntos de la pantalla de mi dispositivo electrónico para bloquear a cualquier individuo/a que me estrese, sin importarme un pijo la de horasminutosaños que llevemos de “amigos”.

Bloquear es un verbo transitivo que se usa mucho en el lenguaje castrense: “Operación militar consistente en cortar las comunicaciones de un territorio”. 

Se piensa que el bloqueo es propio de gente inmadura incapaz de debatir, incluso de cobardes. Vista la mala educación que se maneja en las redes para mí es sinónimo de tranquilidad. Igual a quitarse una piedra del zapato o una brizna atrapada entre los dientes.

A las malas contestaciones, los insultos y descalificaciones, las groserías: STOP

Uno de los últimos bloqueos ha sido a un engreído “escritor” que subió a su muro un maravilloso cuento corto de Bioy Casares haciéndolo pasar por ser de su autoría. La acción primigenia ocurre en una estación de tren y el plagiado la sitúa en un aeropuerto. Por lo demás calcado.

Primero sentí asombro, después pena, a continuación, rabia. Busqué en Google el enlace donde viene el cuento firmado por su verdadero artífice y sin dejar ninguna explicación lo pegué en el hilo. No más brotaron las primeras caritas asombradas mi comentario acusatorio-esclarecedor fue eliminado. Yo hice lo propio con el carroñero. 

Supongo que este hombre creerá que los demás no leemos, que somos unos ignorantes. Y puede que no le falte razón pues muchos le felicitaban por haber pergeñado tan ocurrente historia. Si, lo sé. Una pena. Y un asco.

Ya no veré más su cara. Ni lo echaré de menos pues jamás entablamos conversación ni me felicitó en la bonanza ni se ha condolido con mis pérdidas. Eso sí, eventualmente me mandaba un mesenseger para que comprara sus PVt0s “libros”. 

Puntualizo: leí ese relato porque el zopenco le dejó el mismo título con el que lo bautizara Bioy y me llamó la atención.

A estos especímenes mentados son los que bloqueo, quedándome en la gloria. 

Mejor que el yoga. 

D. W




4 comentarios:

  1. Querida Dela: No creas que no me cuesta trabajo hacer un chiste fácil sobre la primera frase de este escrito, pero, por prudencia, no lo hago.
    A lo que vamos: uno de los placeres de la vida (para mí) consiste en bloquear a gente indeseable en las redes sociales. Como quiera que yo sólo me manejo en Facebook y en WhatsApp, tengo restringido este placer solo a la primera de estas redes. En WhatsApp tengo el problema de que sólo puedo “cargarme” a cualquier persona de manera individual. No puedo “desconectarla” de un grupo, y eso, me causa un conflicto que, a veces, me hace abandonar el susodicho grupo con tal de no soportar al imbécil; y eso, no es justo ni para mí, ni para los demás.
    En Facebook, es distinto. El pulsar, con el dedo del placer (me vuelvo a callar el chiste fácil) una tecla, y quitarte de en medio al despreciable para siempre con un “click”, representa un gozo y un deleite (íntimo) que solo me lo proporciona no sólo un dedo, sino la mano entera. Y esto, querida, es impagable. (¡Mira! al final, casi hago el chiste)
    Comparto, como no podía ser de otra manera, este artículo en mi muro del Face.

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  2. Amiga, es una pena e hiciste lo correcto.

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    1. Pienso que sí. Más vale ahorrarse futuros disgustos . Un abrazo

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