MARIPOSAS PA LOS MUERTOS, 
BATATAS PA LOS VIVOS.  (1940)
Todos los meses son noviembre en postguerra. Se solapan los cortes de luz haciendo más duro el invierno, consumiendo velas y los ojos que a su amparo sobreviven. 
Una mujer dispone sobre la mesa corchos de botellas y cartones   que ha ido pidiendo por las tiendas.
Con paciencia filetea los cilindros, recorta el cartón a la misma circunferencia y los junta. Los agujerea por medio e introduce un torcido de hilo, que previamente ha encerado derritiendo cabos de vela. Aplasta el cerillo en la base. 
Llena un plato con agua y vierte sobre ella una lámina de aceite.  En este mar fleta su creación. 
Prende el cabo, que ella llama velillo y surge una luz nítida,  duplicada por el reflejo del óleo.
Enciende una por cada ausente, mentándolo en voz alta mientras su niña repite los nombres con lengua de trapo.
La última llamita será “pa aquellos difunto de loh que nadie zacuerde. Amén”.
Le llueven encargos porque son duraderas y más baratas que las velas, así que toda la familia se afana fabricando estas mariposas de luz, alumbrando de paso su endeble economía.

Cuando va a la cárcel a visitar al marido se pone una gota del  perfume comprado en tiempos mejores. Es su forma de acariciarlo, otra no hay. 
Mientras recorre el pasillo junto a las demás los encarcelados las requiebran, “¡vivan la muheres guapa!”. Percibir el olor femenino tan fieramente añorado les recuerda que siguen vivos.
Son presos sin delito, víctimas de tiempos extraños.
“Ehtamo haciendo mariposa entre tó. Con ezo, y la costura  echaremo pa lante”, consuela a su hombre.
Él agacha la cabeza. “Que bien hueles” y se le saltan las lágrimas.

La víspera de los Santos la radio emite “Don Juan Tenorio”. 
Da gustillo pasar miedo de mentira con los muertos que se filtran por las paredes, reírse con Ciutti , sufrir con Brígida y doña Inés del alma mía. Un paréntesis a las penurias con final celestialmente apoteósico. 
Cenan batatas cocidas, pasadas con buches de cebá endulzada con un caramelo mientras centellea tenuemente el único ojo verde del receptor, como un cíclope manso.
D. W. 

1 comentario:

  1. ¡¡ qué recuerdos me traes !! Me embarga la emoción, recuerdo a mi abuela materna Maria del Carmen Rosa, en su cocina siempre había encendida una mariposa, por sus muertos junto a una estampita de la Virgen del Carmen, de la que ella era devota; lucía como indumentaria el hábito marrón, con el cinturón de cuerda y el escapulario colgado de su cuello, rogando por sus hijos, hombres de la mar. Y mi madre cosiendo a su lado, contándome el hambre que les quitó las batatas cocidas y las arencas "estrujás" en el quicio de la puerta con papel de estraza.....y cuanta "cebá" chupada con un caramelo (cuando lo conseguian) tomaron en la época de la "jambre"......
    Todo ello también lo conté en "Mi Cocina" años ha.....Algún día, te pondré el enlace para que lo puedas leer.
    Gracias por tus relatos, me haces viajar en el tiempo y escuchar a mis mayores.

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