viernes, 6 de septiembre de 2024

POR LOS AIRES (Felisa y Andrés, matrimonio fetén)

 POR LOS AIRES

(Felisa y Andrés, matrimonio fetén)

 

A lo tonto me he pasado el verano durmiendo en uno de los dormitorios que tenemos para cuando se quedan a dormir los sobrinos. Como ya son grandes solo pernoctan en Nochebuena o si discuten con sus padres. El resto del año están vacíos, aunque a prueba de inspección. Felisa los tiene en perfecto orden por si llegan de improviso. Hasta cambia las sábanas cada semana, se hayan usado o no.

Pues como iba diciendo, he sido yo quien ha dormido en ellos por culpa del aire acondicionado. Yo considero que la flama es connatural del estío. Me tomo un vaso de gazpacho, me enjuago en la ducha y con esas mañas tengo de sobra para dormir como si fuera un rorro harto de teta. Sin embargo, mi querida costilla es calurosa y eso que años ha que ha pasado a mejor vida (no, no es que haya muerto, es que ya terminó con los sofocos de la menopausia y se ha quedado en la gloria). Aún así, llegando julio, enchufa el aire y no lo apaga. Ella no lo apaga, pero yo si. De esta forma el periodo estival se convierte en un infierno (y no por las temperaturas lo digo) Entre nosotros estalla una sucia guerra incivil: Felisa deja la casa como un frigorífico y yo voy detrás trampeándole el termostato a los mandos. Aparte nos bombardeamos con frases terribles, de esas que son causa de divorcio.

          —Hijo, debes tener la sangre más fría que una víbora. 

          —La que tiene fría otra cosa eres tú, que no dejas que me acerque desde mayo.

          —Eso, encima picha brava… ¿pero a quién le apetece el triqui-triqui con este bochorno?

          —¡Pero cúal bochorno si la casa parece la cámara de la morgue!

          —Pues con el aire y todo me derrito en sudor.

          —Mira, como no quiero pillar una pulmonía me voy a dormir al cuarto de los niños.

           —Ya tardas ¡jopo!

Los otros dormitorios también tienen su correspondiente aparato maligno para el cuerpo, que no aprende a regularse, y para el medio ambiente, pero yo no los enciendo. Felisa me restriega que ella recicla y con eso cumple. La verdad es que tenemos unos ocho cubos distintos para cada desperdicio. Le reconozco el mérito de haber sacado de uno de los muebles bajeros de la cocina sus tres vajillas preferidas para hacerles sitio. Claro que a cambio tuve que comprarle una vitrina holandesa de seis mil euros donde reubicarlas, pero eso, al fin y al cabo, fue una buena inversión.

 

Llevamos todo el verano sin hablarnos excepto para lo imprescindible. Y lo imprescindible son las vacaciones. Siempre la tomamos en septiembre porque es nuestro aniversario. Ya mismo ella se pondrá melosa y, a medida que avance el mes, irá ampliando la conversación para decirme dónde le apetece ir. Esa es la señal de que se aproxima el armisticio y el fin de mi obligado celibato.

         —Andrés, llevo dos días que no prendo el aire. Te lo digo para que lo sepas -dice la muy ladina poniéndose de puntillas para besarme la (incipiente) calva a la vez que acerca sus casi olvidados encantos a mis narices. Y yo bendigo al otoño, que buena rima me trae.

D. W




viernes, 23 de agosto de 2024

MARIQUILLA Y YO

 MARIQUILLA Y YO

 

Aquella feria Mariquilla y yo teníamos veinticuatro años. Quedamos en vernos en su casa, las dos vestidas de gitana, ella de impoluto blanco, yo de rojo clavel, tal el que dice la copla. Más de tres décadas después, mirando la foto que nos hicimos, veo que la Mari me mira de reojo y con una media sonrisa socarrona, quizá pensando que seguirá para siempre joven y una servidora se va a ir marchitando cual uva a pasa. Tuvo razón a medias porque ella se llevó la peor parte aguantando ataques de energúmenos que coloreaban sus volantes con sprays grafiteros y rompían la cancela que delimitaba su espacio personal. Y la Mari, aunque de piedra, sentía ese vandalismo como si sus carnes fueran mortales. Visto el plan, el Ayuntamiento decidió jubilarla, privando a la plazuela de su duende.

Cuando fui a presentarle a mis hijos ya no estaba. Pregunté en los comercios circundantes y nadie supo darme norte. Unos dijeron que la habían oído llorar mientras la envolvían en sucias y rudas mantas para subirla a una camioneta. Otros, sin embargo, juraron que hizo un corte de mangas gritando “¡no sois dignos de tenerme, so merdellones!”

Su paradero es incierto. Puede que esté aburriéndose, junto a otros adornos urbanos, en cualquier almacén municipal o tal vez eleve de categoría el chalé de alguien, cosa que siendo impropia me parece más digna.

Yo soy criatura proclive al ensueño, empeñada en dar alma a lo que por lógica humana no la tiene. Y con la Mari no iba a ser menos, así que le deseo, dondequiera que se halle, que “viva” feliz durante toda su inmortalidad, que nos encontremos de nuevo, antes de entregar mi pelleja y que le pongan al lado un gitano de bronce, fortachón y con guantelete de hierro, para que le parta la boca con él a quien intente dañarla. (Permitidme -incontables lecturas decimonónicas me obligan- “plagiarle” una de sus leyendas al señor G. A. Bécquer)

Dela Uvedoble

 

*Mariquilla es obra del escultor malagueño Adrián Risueño Gallardo




 

 


martes, 30 de julio de 2024

EJECUCIÓN

 EJECUCIÓN

 

El hermoso animal se encuentra de repente en un planeta amarillo y ruidoso, con olor a sangre alborotada. Cuando el lanceo del sol ceja en su empeño, siente una fría puya en las costillas y su bramido queda cegado por el de la turba ansiosa de saborear muerte ajena.

El hermoso animal busca la flor nacida en la pradera ubérrima de olivos centenarios, morada de lechuzas, estrellas y camaleones. Y a las alondras cuyos cantos endulzan la negrura de la noche. No los encuentra.

¿Qué he hecho para que se me castigue privándome de horizonte? -se pregunta en desconcierto, mientras varios hombres lo provocan agitando telones endiablados y otros clavan en su lomo vejatorias divisas que cimbrean abriéndole las carnes. A él, que fuera rey en su dehesa, se le hace imposible comprender humillaciones. Y da vueltas, retorcido su cuerpo por el círculo mortal que conforma el coso. Nunca vio un pez en la pecera, pero se asemeja su pena a esa infamia. Y el miedo le muerde la testuz encendiendo la bravura que a cualquiera le saldría si le dieran tal martirio. Y arremete contra el caballo enfajado sin pensar que es rehén igualmente, hundiéndole el asta en el ijar. Y queda perplejo al ver cómo aún trota, ollares abiertos de espanto, arrastrando las tripas por el albero.

El hermoso animal, aturdido por fanfarrias y gritos de borrachos, espumea por la boca su agonía. En el suelo, convertida en charco, está su sangre. Mira a los ojos al hombre recubierto de brillantes y solo ve en ellos odio rabioso. Y como no quiere morir con esa estampa, alza al cielo la mirada para llenarla de azul. El cielo, lo único que no han podido arrebatarle.

 

Dela Uvedoble, Agosto 2.024

 

 


viernes, 12 de abril de 2024

SIEMPRE AMANECE

 SIEMPRE AMANECE

 

Emprendo el viaje una noche atravesada por el equinoccio de invierno. La oscuridad absoluta envuelve mi coche y solo puedo ver un par de metros de la carretera que espero siga existiendo más allá del haz de los focos. De vez en cuando enciendo las luces largas, con aprensión por si deslumbro a quienes vengan de frente y porque los árboles secos, iluminados al arrebato, semejan en la lejanía espíritus sarmentosos. Ni la luna me acompaña, anda con ínfulas de nueva ajena al desamparo de los humanos ante el miedo primigenio a las sombras. Cuando va llena me conforta, es un diamante anidando entre las clavículas de una mujer morena.

Llevo horas conduciendo, minutos punzantes como lancetas hieren mis pupilas, sedientas de un trago de luz. El camino es una boa negra y resbaladiza sobre la que intento guardar el equilibrio. Tan cómodo sería apretar un pedal, escorar el vehículo, dirigirme a la boca del monstruo para que me devore.

Intentando desterrar estos pensamientos me impongo un juego: debo discernir si las letras empastadas por la distancia pertenecen al nombre de un club precipitándose a una descomunal copa de cóctel o a un manso hostal, remedo de hogar con desayuno no incluido.

En algún momento me doy cuenta de que en el negrísimo cielo un acuarelista ha trazado pinceladas en las que se va disolviendo la oscuridad igual que un caramelo en la boca. Es un milagro ver al sucio gris mutar a violeta y con timidez adquirir tintes celestes. Tras dar una curva, veo cómo el sol puja por salir entre montañas. Su cabeza asoma de la misma manera que lo hace la fontanela de un bebé por el vértice de unas piernas maternales. Y todo vuelve a tomar color, el alegre amarillo del carambuco, el azul intenso de los indicadores compitiendo con el aún pálido del cielo y el verde esperanzado de la arboleda, que solo segundos antes me había parecido tétrica.

La mañana rompe aguas y el camino se despliega ante mí sin la traba de lo oscuro.

Dela Uvedoble

 

Relato ganador del 2º premio en el I Concurso de Microrrelatos del Teléfono de la Esperanza 2024




lunes, 11 de marzo de 2024

11M (M de Muerte)

 11 M (M de Muerte)

 

Veinte años no es nada dice Gardel en un tango que, al igual que él, siempre estará vivo. Son tan nada que creo fue ayer cuando yo era una madre joven con dos niños pequeños, angustiada porque empezaba a entrar en una época feroz que duraría los siguientes ocho años y no sabía cómo, no ya superarla, sino soportarla. Corría el mes de marzo de 2004 y mi médico me recomendó asistir a terapia junto a otras mujeres inmersas en la misma batalla. Allí compartimos trucos para sobrellevar los esfuerzos cotidianos que nos dejaban exhaustas. 

Recuerdo la mañana del jueves 11 de marzo con asombrosa exactitud. Cuando nos vimos todas las caras, sentadas formando un círculo como solíamos, nos echamos a llorar. Incluso quien dirigía el grupo. Todas éramos madres, todas éramos hijas, esposas, abuelas. Todas nosotras, a pesar de contar con escasas fuerzas, las unimos para orar (cada una a su manera, yo a la mía agnóstica) por las vidas inocentes cercenadas por la sinrazón.

Aquella matanza llegó a cambiar el resultado de unas elecciones. Políticos de todo pelaje se acusaban mutuamente de ella. Luto oficial. Centenares de tertulias en las televisiones, casi felices de tener algo morboso para contar y recontar: Diez bombas habían explotado al unísono en cuatro trenes de cercanías que circulaban en dirección a la madrileña estación de Atocha. Escondida en mochilas iguales a las que portaban estudiantes y trabajadores, usuarios mayoritarios a esa hora del tren, viajaba la muerte de 192 personas y las heridas de casi 2000 de las que muchas no han llegado a recuperarse. De las psíquicas, ninguna ha podido.

Recuerdo la entrevista a la madre de un muchacho fallecido. Pedía por favor, que no se olvidara este horrible atentado que dentro de cinco o diez años se siga recordando. Después de dos décadas así se hace cada 11M, numerónimo con el que se bautizó. Hay erigido, en las cercanías de la estación, un monumento a las víctimas que suele lucir descuidado. No se olvida, claro que no, fue el mayor y más terrible atentado perpetrado en España, pero el tiempo, al igual que hace el agua al redondear los cantos de las piedras, lo va transformando en una triste efemérides. 

La vida siguió, excepto para los muertos y sus familias que despidieron una mañana a sus seres amados sin saber que no volverían a verlos jamás. 

En mi historia personal este atentado es indeleble. Me enseñó la vulnerabilidad, lo efímero de la existencia. Desde entonces fui consciente de dos cosas: que existe el MAL absoluto y que se puede sobreponer el dolor ajeno al propio por muy mal que una esté. Cada once de marzo recuerdo cómo fui capaz de tomar vuelo después de tocar fondo, con ayuda de muy pocos y pese a la incomprensión de los que más debieron apoyarme. Por eso no suele desilusionarme nadie ya que de nadie espero nada y no creo en halagos sino en hechos. Y agradezco la suerte de estar viva y curtida, pero con la sensibilidad suficiente para seguir llorando a los que nos arrebataron.

D. W




 

 

jueves, 7 de marzo de 2024

LA VIRGEN QUE DESCRIBIÓ EL ORGASMO

 SANTA HILDEGARDA, LA VIRGEN QUE DESCRIBIÓ EL ORGASMO 

 

Hablar sobre esta mujer, Hildegarda de Bingen, nacida en la región del Sacro Imperio Germánico en 1098 puede no tener fin. Fue compositora de música y poemas, escritora, filosofa, científica, boticaria, naturalista, médica, nutricionista, mística, líder monacal y profetisa, esto último hasta el punto de ser conocida como la Sibila del Rin, y no es que tuviera “poderes” sino que era tan sensata como para permitirse dar consejos acertados a quienes le consultaran cualquier asunto, no faltando entre sus creyentes ni papas ni reyes. Si sumamos a lo dicho que ideó un método para elaborar una cerveza que se conservara mejor gracias a la introducción del lúpulo, planta antibiótica y bactericida, fuera más nutritiva y palatable, hay que arrodillarse ante ella. El hecho puede parecer una frivolidad visto a perspectiva del siglo XXI, pero teniendo en cuenta que en tiempos dé Hildegarda beber agua corriente era ingerir sin remedio virus y bacterias, evitó numerosas muertes. Como escribo estas líneas a ocho de marzo de 2024, mil años después de su paso por el mundo, no cabe otra cosa que centrarse en su faceta feminista y para empezar valga esta muestra:

Los días de fiesta de guardar, Hildegarda permitía a las monjas de las que era abadesa, vestir túnicas de seda blanca y llevar sueltos los cabellos, adornados por coronas de oro decoradas con cruces a ambos lados y la imagen de un cordero delante y detrás. Sus manos, llenas de anillos, tañían instrumentos para cantar los salmos. Tan “escandalosa conducta” provocaba la feroz crítica de los varones de la Iglesia (a pesar de que sacerdotes y obispos fuesen cargados de vistosos ornamentos), pero Hildegarda sostenía que la sobriedad de los vestidos femeninos a los que hacen referencia los textos paulinos del Nuevo Testamento (San Pablo, el converso, se pasaba de estricto) siempre iban dirigidos a las mujeres casadas, no a las vírgenes, cuyos cuerpos no habían sido corrompidos.  A pesar de semejante sentencia no denigraba al matrimonio ni la procreación:

 

La mujer podrá estar hecha para el hombre,

pero el hombre no se puede hacer sin una mujer.

 

Sostenía que lo ocurrido en el jardín del Edén fue culpa de Lucifer, celoso de Eva porque ella tenía el poder de dar vida, y rubricaba:

 

La sangre que verdaderamente mancha no es la de la menstruación

sino la derramada en las guerras.

 

Llegó a la asombrosa conclusión (hay que recordar que su época fue el siglo XII) de que el acto sexual no es fruto del pecado y su placer era cosa de dos.

 

Tan pronto como la tormenta de la pasión se levanta en un hombre es arrojado a ella como un molino.

Sus partes pudendas son entonces, por así decirlo, la fragua a la que la médula entrega su fuego. Esa fragua transmite el fuego a los genitales masculinos y los hace arder poderosamente.

 

Y la mujer no es para Hildegarda una tierra en la que depositar la semilla, sino que cobra un papel activo:

 

Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de esta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquel el goce de la unión y eyacular su semen.

Y cuando el semen ha caído en su lugar, ese fortísimo calor lo atrae y lo retiene consigo e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano.

 

Y aquí está la descripción del orgasmo coital femenino hecha por una monja de la Edad Media. Conociendo su curiosidad es de suponer que supiera (y ejerciera) del orgasmo por masturbación, pero en caso de haber escrito sobre eso no me cabe duda de que hubiera sido quemada en la hoguera.

Lo que si llego a dejar en sus abundantes notas fue esta hermosa frase:

 

¡Oh mujer, qué espléndido ser eres! Porque tú pusiste tu fundamento en el sol y has conquistado al mundo.

 

Dela W

A 8 de marzo de 2024




 

jueves, 29 de febrero de 2024

GALLETAS DE LA ALEGRÍA

 GALLETAS DE LA ALEGRÍA 

 

AVISO NECESARIO: estos dulces no llevan ni una brizna de la hierba que da risita ni nada parecido.

 

RECETA DE SANTA HILDEGARDA DE BINGEN PARA COMBATIR LA MELANCOLÍA 

 

Que se pulverice nuez moscada y el mismo peso de canela y algo menos de clavo y prepare tortitas con ese polvo, flor de harina de espelta y un poco de agua y cómalas a menudo y le ahogarán toda la amargura del corazón y del espíritu, abrirán sus embotados sentidos, alegrarán el alma y le disminuirán todos sus humores nocivos.

 

Hidelgarda fue una monja nacida en 1098 que llegó a ser abadesa de su convento, además de poeta, compositora de música, experta en botánica, farmacología, medicina (intuyó la circulación de la sangre siglos antes que Servet) y, sobre todo, una gran observadora de la naturaleza. Todos estos dones casi la hacen ser acusada de bruja. Gracias a su inteligencia logró convencer a la iglesia de que sus estudios iban para la mayor gloria de Dios. 

Durante las largas horas que pasaba en su botica preparando remedios dio en comprobar que la harina de espelta es muy nutritiva y daba alegría (hoy sabemos que contiene triptofano) y que la nuez moscada tiene gran calor, abre el corazón, purifica los sentidos y fomenta un buen temperamento. Bajo estas premisas se las ingenió para inventar una manera agradable y fácil de consumir estos dos productos milagrosos y así creo estas galletas. Yo las hago de vez en cuando y certifico que están deliciosas y ya se sabe que halagar al pico es regalarse el espíritu.

La receta original lleva huevo. Yo la he adaptado a mi dieta vegetariana estricta.

 

Ingredientes 

—2 tazas y media de harina de espelta

—1 cucharadita de canela molida

—1/2 cucharadita rasa de nuez moscada

—3 clavos de olor en polvo

—12 cucharaditas de margarina vegetal

—Una pizca de sal

—3/4 de taza de azúcar moreno

—1/3 de sirope de ágave

—Media manzana rallada sin piel (sustituye al huevo)

—Un par de cucharadas de agua (si fuese necesario)

 

Preparación 

—Juntad los ingredientes secos mezclándolos bien

—Derretir la margarina y unirla con el sirope, el azúcar y la manzana rallada. Batir suavemente hasta tener consistencia de pomada y añadir a los ingredientes secos

—Amasar hasta que todo esté bien integrado y dejar reposar en el frigorífico un par de horas.

— Enharinar la superficie y estirad la masa con rodillo.  

—Con los bordes de un vaso o un molde id formando las galletas (yo aprovecho los recortes juntándolos otra vez hasta terminar con la masa) Que no sea muy gordas ni excesivamente finas.

— Cubrid la bandeja de horno con papel vegetal y disponed sobre este las galletas, previamente deberá estar calentado a 190º

—Hornear entre 10/15 minutos teniendo cuidado de que no se quemen 

—Dejad enfriar antes de comerlas, aunque resulte difícil porque tienen un aroma exquisito y tentador. La casa olerá a gloria porque, aun siendo la receta de una santa, su sabor es altamente pecaminoso.

 

Pequemos, pequemos, hermanas,

que ya purgaremos mañana.

D. W




POR LOS AIRES (Felisa y Andrés, matrimonio fetén)

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