jueves, 15 de octubre de 2020

EL CHIVI

 EL CHIVI 

La niña abrazaba al chivo a pesar de su olor raro y su pelo áspero porque era torpe y tontuno como ella. Sus primas se reían porque cuando se lo enseñaron creyó que era un perro y quiso sacarlo a pasear. 

—¡Que pava eres!.

El Chivi vivía en la casa de los abuelos del campo así que sólo podía verlo los fines de semana. Compartían la merienda mientras ella se miraba en el espejo de sus ojos marrón convexo.

Un domingo encontró el establillo vacío.“Sas escapáo” le dijeron señalando en collar vacío, aún enganchado a la cadena.

La chiquilla quería ir a buscarlo, “ya aparecerá” acordaron todos. De nada sirvieron sus llantos, “estás imposible hija” decían sin hacerle caso.  

La abuela preparó para almorzar un guiso espeso de papas con carne, ella se negó a comer hasta que no volviera su amiguito.

—O comes o te doy, -amenazó el padre y no en vano. La cucharada se le hizo bola pero la tragó.

Sus primas se miraron muertas de risa. La boca pringosa de la más grandullona silabeó malignamente: “yo se donde está el chivo”. Puesta de pie palmeaba su barrigota aullando: “¡Aquiiiiiii!”.

La niña sintió las rubias pestañas del Chivi cosquilleándole la garganta. Llegó la náusea pero no vomitó.

La carne amada quedó dentro como una comunión.

D. W







 




 

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