jueves, 17 de noviembre de 2022

BAJO LAS LONAS

  

BAJO LAS LONAS 

 

Las mujeres siempre acudimos al baño en comanda. Es una costumbre de la que hasta yo solía hacer chistes. Tememos más a los acechantes que a las bacterias. 

 

Esta noche hemos caído exhaustas en las literas. Repartieron paños higiénicos, agua y harina y hubimos de guardar tres colas inmisericordes. Con el botín cocinamos tortas y los estómagos se esfuerzan en digerirlas, perdida la costumbre.

 

La muchacha rompe mi letargo tirándome del dedo del pie. Tal apremio veo en sus ojos que no me enfado. Me dice que la acompañe a las letrinas. Le pido que se lo haga en el pañal, la noche es peligrosa, aunque pretenda engañarnos coronándose de ascuas. Insiste y claudico.

Pestilencia y moscas nos guían hasta el reducto de puerta sin cerrojo. Entramos y ella se desploma en el suelo, sube su falda y ante mi estupor hallo un muñeco aleteando cual mariposa ronca. Lo envuelve una tripa azul lastrada por un hígado de cordero. Transcurre una vida o unos segundos y el muñeco se convierte en insecto blando flotando en cieno.

  —¿Quién fue? -pregunto absurdamente. 

  —Yo no hice nada… nunca he hecho…

Está en shock -pienso- yo también lo estoy, pero me quito el pañal y con él intento restañarle la sangre. Salgo a traer arena cómplice y unas garras me toman del cuello por detrás. Yo me revuelvo y le muestro las manos ensangrentadas ¡Impura! -grita la fiera- y huye. 

 

A rastras vuelvo al antro y esparzo la arena. Llevo los despojos a la hondonada donde arrojamos los desperdicios. Mis brazos estampados de cuajarones sirven de salvoconducto. Por una vez el color que pregona nuestro sexo no resulta una maldición. 

Intento no pensar en las ratas. Hoy también, para ellas, ha llegado el suministro.

 

Bajo la lona huele a hembra, a ovulación.

Me acuesto al lado de la muchacha y nos acurrucamos. Le susurro que ha tenido una pesadilla.

La culebra líquida rubricando la manta me desmiente.

D. W

 

*Actualmente hay SESENTA (60) conflictos armados en el mundo y por tanto también un buen número de Campos de Refugiados en los que, a pesar de las buenas intenciones de las ONG y fuerzas de paz, la violencia se ceba con las mujeres y los más débiles. El por qué no sé responderlo. Habría que hurgar en el alma (in)humana del humano. 

 



 

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