martes, 25 de octubre de 2022

NO TODO VALE

 NO TODO VALE

Retrocedamos al año 2014. Una mujer vestida con lentejuelas doradas entra en el parisino Museo D’ Orsay. Recorre las salas sin detenerse ante ningún cuadro hasta que llega frente al titulado El origen del mundo, de Gustave Courbet. Vuelve la espalda al lienzo, se sienta en el suelo y se enrosca la falda en la cintura, dejando ver la mata de pelo oscuro que le cubre el monte de Venus y la rosada tonalidad de su vulva. 

La mujer protagonista de la escena es la artista luxemburguesa Deborah de Robertis, qué mientras realiza la curiosa performance recita versos feministas: 

 

Yo soy el origen,

yo soy todas las mujeres.

No me has visto, quiero que me reconozcas… 

 

Los presentes aplauden y hacen fotos hasta que llega la policía y la arresta por exhibicionismo. Tras varias horas detenida, es puesta en libertad sin cargos. Gracias a la difusión por internet logra fama mundial pese a todas las censuras.

 

Verano de 2012. San Petersburgo, Catedral de Nuestra Señora de Kazan en la soberbia avenida Nevski. Un hombre surge de entre las sombras que arrojan las columnas. Viste totalmente de negro en contraste con la palidez de su rostro. Sus labios están cosidos con largas puntadas y aún titilan gotas de sangre sobre ellas. Enarbola una pancarta reivindicando la puesta en libertad de las Pussy Riot. Los turistas que la suerte ha querido que coincidiéramos con él nos vemos empujados por piaras de policías tocados por desmesuradas gorras de plato, que requisan las cámaras de fotos para velar los carretes. Aún no proliferaban los móviles. 

Al joven, un artista conceptual ruso de nombre Piotr Pavlenski, se lo llevan a una clínica psiquiátrica donde, después de examinarlo, lo declaran cuerdo y es liberado. 

Las autoridades rusas intentaron ocultar el incidente, de hecho, en los días sucesivos ningún noticiario hizo mención, pero cuatro meses después la agencia Reuters incluyó una fotografía de Pavlensky con la boca cosida como una de las cien mejores imágenes del año.

 

He aquí dos formas de protesta con el nexo de usar el propio cuerpo para dar visibilidad al propósito. No se profana una obra de arte, ni siquiera simbólicamente. Ya sabéis por donde voy: en menos de una semana cuatro militantes ecologistas han arrojado puré de papas y sopa de tomate sobre dos cuadros icónicos para llamar la atención sobre el cambio climático. Les reconozco el valor y que de seguro no lo hubieran hecho de carecer las obras de un cristal protector (no solo por los daños sino para no tener que responder a elevadísimas multas), pero dan una imagen violenta y pecan por falta de imaginación, es ya muy larga la lista de este tipo de atentados; ¡cuánto más provocarían, en estos tiempos de inmisericorde láser, unos genitales peludos para evidenciar lo desnudos que nos pilla el estallido climatológico! Reivindico el USARNOS como lienzo para incomodar. Es cierto que ni cien obras de arte valen más que una vida, pero ¡que pobreza de una vida sin obras de arte! 

 

*Durante nuestra Guerra civil muchos compatriotas se partieron el alma para salvar de las bombas las maravillas que alberga el museo del Prado. Si levantaran la cabeza y vieran a estos fanáticos manipulados poniendo en peligro a lo insustituible, se llevarían las manos a las ídem. 

D. W

 



 

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