martes, 5 de octubre de 2021

ASÍ ME HABLÓ ZARATHUSTRA

 ASÍ ME HABLÓ ZARATHUSTRA

Andurreando por esos caminos de España me topé con un negocio inclasificable; su rótulo decía “Zarathustra, arte y parte”. El escaparate bullía de caprichosos objetos cubiertos de polvo.

Entré por curiosidad, sorprendiéndome de la profundidad del establecimiento. Una réplica de la “Bocca della veritá” convertida en fuente proporcionaba el hilo musical perfecto para engatusar a la clientela.

El dueño, un imponente barbudo con acento francés (oh là là) era más que convincente endosando su mercancía, tanto que me hice con tres colgantes y un anillo. Ante mi proposición de que me hiciera algún descuento dada la buena cantidad gastada me dijo, “eso no es posible, madame, pero le voy a dag algo que vale más: la buena suegte”.  

Expurgando en un cajón sacó un perdigón grueso llevándoselo a la trastienda. Como tardaba entré, justo a tiempo de ver como salía del troquel el proyectil convertido en moneda. El perfil de un olvidado, quizá inventado, emperador romano me miraba estrábico. Aún caliente la depositó en mi palma cerrando con suavidad mi puño a la vez que lo cubría con sus manos y perforaba con ojos punzantes los míos. Una letanía ininteligible se coló por mi oreja. Luego, en un francés arrebatador, me aseguró que si acariciaba la moneda cada día el amor y la fortuna vendrían a mi vida.

 

Salí de allí sonriendo, despeinada, con la cremallera de la falda a la derecha y dejándole al truhan los labios manchados de carmín.

 

Aunque incrédula incorporé a mis manías la de tener a mano la moneda. Me gustaba sentir su redondez imperfecta corretear entre mis dedos.

Y entonces, empezaron a florecer mis plantas, a elevarse mi pan y a dolerme menos los huesos.

 

Unos años después volví a la olvidada ciudad encontrándome la tienda convertida en Bazar Chino. Preguntado el encargado sobre qué fue de Zarathustra me señaló una estantería donde borboteaba una almáciga chillona de dioses y santos. “No, no, el de carne y hueso, el dueño del negocio que había antes” -aclaré- “no sabel, yo empleado sólo” -respondió.

Me volvía mohína cuando vi la fuente seca, casi oculta por el ecléctico género.

La versión legal de Erick el belga estaría tomando sol y aperitivo en Benidorm. Lo vislumbré siendo el centro de atención de un corro de madames embelesadas con su labia, viviendo un espléndido ocaso con lo ganado vendiendo réplicas y esperanzas.

No le deseé buena suerte pues él la tenía toda.

Sin disimulo acerqué mi boca a la Veritá, besándola en la nariz.

El chino ni se inmutó.

D. W

“El Observador” 1 de octubre de 2021



 

 

 

 

 

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