domingo, 20 de junio de 2021

HOJAS

 HOJAS

Camino haciendo equilibrios sobre el bordillo, los coches aparcados sobre la acera impiden otra opción. Ningún policía cerca, debería llamarlos y que multen a tanto desaprensivo, en particular a un deportivo ostentoso con placa inverosímil de usuario minusválido.

Entonces casi la piso. A mis pies yace la página de un libro mostrando las dentelladas que la desgarraron de su matriz. Para mí es un ser vivo.

Alzo la vista por si algún árbol letrado se desviste cara al verano. No, todos van de verde riguroso.

Me agacho y la recojo. Más adelante hay otra y dos metros más allá, en plena carretera, una tercera. El semáforo me trata con benevolencia dándome tregua para rescatarla.

Compruebo que están correlativas. Lo primero que leo es: “…morir atropellado por un trenDicen que sucede unas doscientas o trescientas veces al año; es decir, al menos uno de cada dos días…”

La aprensión me produce punzadas en el vientre. Puede ser un aviso. No frecuento los ferrocarriles, pero tal vez sea metáfora, mensaje críptico que me avisa del peligro que supone darse de cara con la locomotora del destino.

El escrito está en primera persona, conformado como un diario:

Miércoles 10 de julio de 2013

Cada vez hace más calor. Apenas son las ocho y media y el calor aprieta y la humedad es altísima...”

Aun con pésima sintaxis me apercibo que, excepto el año, lo demás casi coincide. 

Destapo los contenedores de basura, revuelvo con una rama el contenido de las papeleras, me arrodillo para fisgar debajo de los coches. Ni rastro del libro mutilado. Ningún viandante me ofrece su ayuda para buscarlo.

Cargo la pesada liviandad de las hojas cercenadas hasta mi casa. Quizás frotándolas con zumo de limón o exponiéndolas bajo luz ultravioleta me revelen su secreto.

Confío en que, con los conocimientos científicos pescados en redes y mi sensibilidad astral, sea capaz de descifrarlas y burlar la mala suerte. 

D. W

*Publicado en “El Observador” el 17 de junio de 2021.




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