miércoles, 30 de septiembre de 2020

VOLANDO

 VOLANDO 

Quien me conoce sabe de mi agnosticismo aunque me educaron en un colegio de monjas o precisamente por eso. Aún así la Biblia es una de mis lecturas recurrentes, en ella encuentro historias que reflejan todas las pasiones y vicios humanos. Hoy me viene a los dedos esta frase puesta en boca del mismo Jesús: “¿quien de vosotros, por muy malvado que sea, daría una piedra a su hijo si le pide pan?”.

Quien trae una vida al mundo se liga perennemente a ella, no cuenta si el vástago enraíza en otra parte, a la mínima que sepamos que una sola de sus hojas amarillea no hay nave espacial lo bastante rápida como para acudir a su lado. Daríamos nuestra sabia para fortalecerlo, lo que no tengamos para sanarlo.                      

El egoísta se asombra de que duele más el padecimiento del hijo que el propio pero así es, salvo para algunos desgraciados que son la excepción que confirman la regla.

Volando, volando vamos al encuentro del pichón herido porque nos salen alas; aunque no podamos abrazarlo solo el sabernos cerca nos da consuelo. No hay madre que no quiera volverlo otra vez niño chico y mecerlo en el regazo hasta dejarlo dormido, libre de fiebre.

Esa es la verdadera maldición de Eva y Adán, no el haber perdido el paraíso sino el sufrimiento por los descendientes. En un mundo irascible como este los antinatalistas probablemente lleven razón pero no saben lo que se pierden.

El exquisito sinvivir, el amor loco por alguien que te hace rezar por él aunque no creas.

D. W

*Pintura al óleo “El niño enfermo” 1660.




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