sábado, 26 de septiembre de 2020

GOURMETS

 GOURMETS

A la señora se le había antojado salmorejo aunque ya pasaba el mediodía y no daría tiempo a enfriarlo, pero quien paga manda y allá que se puso a aviarlo. Además quería almorzar a la una, como siempre.

Desrabó los tomates después de lavarlos y los corto a cuartos poniéndolos en un bol, luego desmenuzó dos bollos de pan, masa madre, ya duros. 

Fue a la despensa por una botella de aceite (los señores dicen AOVE), un Picual de Jaén de precio desorbitado. De un cofre de madera extrajo con mucho cuidado un elegante frasquito de vinagre de Módena, a mil euros el cuartillo. 

Añadió dos ajos de Pedroñeras, convenientemente descorazonados para quitarles bravura y sal rosa del Himalaya.

Mezcló bien con las manos (¡ay si la vieran!), para empapuzar el pan con los sabores y encontrando muy espesa la preparación le añadió un chorro de agua embotellada, muy fría.

La batidora americana modelo vintage renqueó hasta volver sabrosa mixtura los ingredientes pero tardando más de lo acostumbrado y sonando como un motocarro fundío. “Mientras más bulla tiene una... “ rezongaba la cocinera.

Al probarlo lo notó riquísimo pero rasposo al paladar, “que raro” se dijo, triturando otra vez para suavizarlo pero sin variar el resultado.

El reloj corría y bonita era la señora para contrariarla. Al guardar los carísimos ingredientes no encontró el tapón de la botella de agua así que la vertió en la jarra de murano donde viajaría hasta el mantel.

Volcó en una antigua fuente granaína el contundente mejunje  metiéndolo en la nevera y rezando para que el frío mejorara la textura.

A la una en punto estaban los señores sentados a la mesa, salpicando los cuencos de salmorejo con jamón “Joselito” y huevo de codorniz. Los vio revolver delicadamente con la cuchara, llevársela a la boca y tragar.

—Hoy te ha salido rotundo, como con más cuerpo...

—Gracias, señora,—contestó aliviada mientras servía un Verdejo de Cáceres a su justa temperatura.

Enjuagaba los platos para meterlos en el lavavajillas cuando notó algo raro entre las cuchillas de la batidora. Cuidadosamente hurgó con los dedos sacando, aterrada, medio tapón de plástico.

La otra mitad, con certeza, transitaba ya por los glamurosos intestinos de los señores Gourmets.

D. W 



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