sábado, 5 de septiembre de 2020

PÍLDORAS CIRCASIANAS

 PÍLDORAS CIRCASIANAS  (1880/1920)

Los anuncios lo dejaban bien clarito. Bastaba ingerir una al día durante dos meses para ver cómo florecía la balconada. 

Eran las circasianas mujeres míticas, de extraordinaria belleza y  sensualidad, con los senos más perfectos que jamás han existido.

El secreto de su turgencia radicaba en un remedio que tomaban desde el albor de los siglos, por suerte descifrado y disponible en farmacias. 

Las dos hermanas cuchicheaban a espaldas de la mamá. Ni en sueños iba a darles las ocho pesetas que costaba un frasco.

Le habían preguntado a la mujer del boticario (a él no se atrevieron) que si su figura de palomo buchón se debía a las píldoras y esta, muy acalorada, las había mandado a freír  espárragos.

Una vecindona les contó que lo mejor para inflar la pechera era comer mucha miga de pan. Y a ello se pusieron.

Pan migao en café, pan con sopa, pan con pan. 

La mamá notaba que la hogaza cundía cada vez menos. Las niñas empezaron a coger pellizcos a escondidas. 

_”Cusha Paco, ¿no habrá ratone?” le decía a su marido.

_”Pos vamo a tené que rebajale la rasión de morralla ar Caifás”

Al oír mentar su nombre, los ocho kilos de gato se pusieron en tensión.

_”Pero que chalaura disen mih amo, aquí no entra ningún bisho ende que estoy yo”. 

Ofendido, se levantó yéndose a la cocina, balanceando sus negras y peludas carnes. 

Esa noche espolvorearon el suelo con harina, treta harto antigua y eficaz para descubrir ladronzuelos de alacena.

Por la mañana aparecieron huellas de piececitos humanos. Y el edredón de seda burdeos más nevado que un nacimiento.

Tuvieron que confesar el pecado de vanidad. Mamá les regañó pero, mujer al fin, comprendió el motivo.

_”Ezo zon engañaboba…, ademá, una mosita no tiene que tené tanto de tó… ya o jartarei de teta cuando o cazei y estei criando”

Se miraron las culpables contentas de haber salido bien paradas del caso. Azoradas reconocieron los efectos secundarios. 

_ “Mamá, y lo péo, zabe usté, e que estamo má gorda de cintura…  el corselillo nos aprieta”

_”Y de cara también, que paresei dó pepona” río la madre. 

D. W.  

 


4 comentarios:

  1. Yo debí comer mucho pan migao, y en mi época y con mi manera de ser preferiría haber tenido menos pecho. Pero como siempre tu relato es muy bueno y tiene mucha gracia

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  2. Lo malo es que se engordaba de todas partes, ¡adiós cinturita de avispa!

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  3. Y de que estaban hechas las Pildoras? Que contenían??

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    1. Eso no lo sé, pero lo cierto es que se engordaba de todas partes.

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