sábado, 22 de agosto de 2020

“VERANEO 1974”

 “VERANEO”  (1974) 

 De junio a septiembre, con el sol aún zascandileando en los tejados, no había tarde en la que Isabé dejara de baldear la calle. 

Aquella mujer menuda, vestida siempre con batita de briega, sostenía el cubo con una mano mientras con la otra, haciendo cuenco, cristianaba el reseco empedrado desde su puerta a la de enfrente. La bicha de goma no le gustaba.

Luego deshacía los charcos a escobazos hasta dejar el trozo de calle niquelá, dispuesta para la tertulia nocturna. 

Para la chiquillería el secado era señal tácita de salir a jugar. En un tiempo en que veranear era palabra hueca la calle se convertía en campamento de verano.

Se bajaba escamondáo, ya fuera en ducha, barreño o pagando la alcachofa de la barbería cercana, empapuzáo en colonia y con sandalias de suela de tocino. 

Tras la pausa de la cena bajaban también los adultos. 

Cada uno sacaba su silla de anea. Los sitios, como los buenos teatros, eran fijos. El culo de una vecina volvió cóncavo un escalón tras cincuenta años de roce mutuo. 

Barrio-terapia para burlar la caló y encarar el sueño.

Mientras… los críos se acomodaban en los bordillos admirando el vuelo de los murciélagos y las volutas de los Goyas largos… atiesando las orejas cuando los mayores bajaban la voz.

Vacaciones, para el niñerío obrero, eran excursiones a La Ibense, zampullás por Misericordia, tebeos de Carrasquilla, unigénitas tardes de feria y Tivoli. 

Isabé siguió baldeando hasta que su memoria se evaporó,  como esa época que ya no existe más que en el magín de quien la recuerda. 

D. W 

 


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