viernes, 27 de diciembre de 2019

INOCENTES

INOCENTES
Todos los años la víspera del 28 de diciembre mi abuela nos hacía la misma advertencia: “mañana é er día loh tonto, ¡no ó fieí de ná de lo que ó digan!.”
Jugaba yo a recortar muñecos de papel y pegarlos en las espaldas de mis mayores, fingiendo estos que no se daban  cuenta para después de un rato simular sorpresa: “¡Anda, como mas engañaó!”. Yo me reía creyéndome avispada.
Hoy los adultos seguimos haciéndonos los lilas. 
Nos dicen que debemos beber al día tres litros de agua embotellada y ahí vamos, llenando los bolsillos del listo comprándole continentes de plástico.
El agua es derecho de toda criatura, aún así se las apañan para que paguemos por ella y enguachinnarnos sin necesidad.
Inocentes.
Las apuestas de azar son publicitadas como ligero entretenimiento por próceres recauchutados, parásitos de esta  sociedad acojonante al grito de “juega para ser rico y feliz”. 
Pronto la realidad muestra que producen perdedores y enfermos, los únicos agraciados son los que nos manejan. Lo hacen tan atractivamente creíble que entra sin vaselina.
Inocentes.
No se me olvida el nacimiento napolitano del Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Una escena recrea descarnadamente la matanza de niños ordenada por Herodes. Las figuras son excepcionales pero no pude mirarlas más de un minuto.
Los rostros desencajados de las madres, el sadismo de los asesinos y la estupefacción de los infantes que pasaban de los pechos protectores a la sangrienta espada fueron demasiado para mí.
Es mejor no mirar lo que incomoda.
Hacerse la tonta para no ayudar ni pringarse.
Tragarse lo que otros mastican para no desgastarse los dientes.
Conviene, a sabiendas, mantenerse inocente.
D. W. 


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