viernes, 12 de noviembre de 2021

SALMO GOZOSO

 SALMO GOZOSO

Nunca he sabido pedir, ni siquiera en la cama.  

Yo siempre hice lo que me mandó Agustín y tuvimos tres hijos la mar de hermosos. 

Ahora eso sí, aparte de las cosquillas cuando me toca la espalda me parece que orgasmos no he sentido. 

A él se le vuelven los ojos, se atiesa, convulsiona y se desinfla sobre mí.” ¿Has disfrutado?” -pregunta- “sí” -contesto- y se duerme.

Me gustaría que me tocara más antes del acto, pero con caricias de novios antiguos, como si aún me quisiera.

La Salvi dice que me toque yo, que tantee mis dobleces hasta dar con el botón que da calambres de gustillo.

A mí me daba vergüenza, pero lo hice, y fue la primera vez que el chispazo casi me derrite el ceebro. Cosa más rara, pero rica. Y qué rabia que él, con lo listo que es, no sepa que existe.

 

De pequeña, cuando me preguntaban por lo que quería para reyes, me cortaban a la segunda petición con el dicho: “No pidas más, que parece que te ha hecho la boca un fraile”. La frase también valía para ropa e incluso comida. Así que me hice a todo y fui conformándome. Si en un restaurante me daban un plato incomible o la peluquera me freía el pelo, callaba. Fui una ganga para desaprensivos hasta que un día, ordenando los cajones, un calcetín se puso a moverse como bicha con san Vito. Resultó contener un dildo color fucsia que vibró ante la presión fortuita de mis dedos. 

 

Esa noche, mientras Agustín se duchaba, hurgué por vez primera en su cartera, encontrando tarjetas vip de clubes gays y facturas, pagada al contado, por cientos de euros en champán. Fue entonces, como dice el salmo, que VI.

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Entré en mis “días de furia” que espero me duren siempre, y exigí a mi marido una tarjeta de crédito propia y cambiar el cuarto de baño y la cocina. Él rió muchísimo pensando que bromeaba, pero en la cena le serví el rabo con pisto y entendió.

 

Hicimos un pacto: yo me voy con la Salvi dos fines de semana del mes y él hace lo propio con sus amigos.

Ya sé protestar, reclamar y pedir; la Salvi me ha enseñado a usar la lengua como es debido. 

D. W



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