domingo, 5 de septiembre de 2021

ANIVERSARIO

 ANIVERSARIO         (Felisa y Andrés 5)

No lo hubiese admitido ni despellejándolo, pero siempre le atrajeron las mujeres de derechas. Ese andar endiosado de las pijas, la ropa cara y sobre todo el olor a buen perfume le ponían mucho. Y no es que no encontrase atractivas a las muchachas de barrio, a sus camaradas de universidad e ideología, pero hay cosas inexplicables en las que no podemos mandar.

Ella, niña rica que estudió puericultura por hacer algo y que tenía rentas para vivir tres vidas, se fijó en él cuando arribó a la guardería donde hacía prácticas formando parte de un piquete informativo. Así se enteró que sus compañeras ganaban al mes treinta mil pesetas, cantidad que ella gastaba en un bolso y le pareció que los rojos no protestaban sin motivo como decían su padre y su hermano. A estos los oía quejarse de la barbaridad que pagaban de cargas sociales. “El obrero debe estar agradecido de que le demos trabajo“-decían. Y ahora el comunista este, más guapo aún que Julio Anguita, proclamaba: “el patrón sin mano de obra no es nadie”.

Andrés no le quitó ojo durante todo el rato. A pesar de llevar puesta la horrorosa bata preceptiva había algo que la distinguía de las demás, incluso los críos se pegaban más a ella que a las titulares. Así que en un aparte le espetó: “si quieres, cuando salgas, te invito a unas cañas y seguimos charlando sobre igualdad social; tengo la Vespino aquí al lado”.

Ella calló que su Mini bicolor la esperaba aparcado en la puerta. “Vale, pero nada de moto. Vamos a cualquier sitio de por aquí -y añadió haciendo un mohín- ¡que no te conozco!”

 

Él, con el título de arquitecto recién estrenado, soñaba con construir casas decentes a precios asumibles y aseguraba que Dios es un invento del ser humano, no al revés.

Felisa le confesó que rezaba porque creía en su existencia y Andrés bromeó “bueno, solo dudaré de tu cordura si me dices que te contesta”.

 

Cuarenta años después siguen juntos a pesar de los educados encontronazos con el cuñado en cada reunión familiar. Ella sigue comprando el “¡Hola!” y yendo a ejercicios espirituales. Él asiste a congreso, ha conseguido firmar promociones de viviendas dignas y lee tochos de filósofos barbudos de nombres impronunciables.

El equilibrio pudiera estar en que las ideas, de tan opuestas, acabaron encontrándose como los cabos de un ovillo enredado.

 

   —Felisa, ¿te arrepientes de haberte casado conmigo?

Andrés hace la pregunta medio dormido, desbaratado tras otro sabroso día del viaje con el que celebran su aniversario.

   —Cuando te pones cabezota, si.

  — Ah, entonces casi nunca ¡buenas noches! -y se duerme enseguida.

Al rato él inicia su ronda sonámbula, pero hoy han echado la llave así que vuelve a la cama y se acurruca junto a ella, metiéndole la mano bajo el camisón.

Felisa se esponja y le aplaca con suavidad los pelos que van colonizando las orejas:

   —¡Ay, Andrés, sigues teniendo buena izquierda!

D. W



 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Me gusta tu relato. Da tranquilidad, es como si estuvieras en un lugar seguro a pesar de los inicios.

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