sábado, 15 de agosto de 2020

EL VESTÍO DE GITANA

 EL VESTÍO DE GITANA  

Pendido en la barra de cortina llenaba la alcoba con la alegría de sus volantes. Resultaba gustoso el contraste del suave moaré de los ribetes con la recia tela del traje. 

Ella esperaba ansiosa el 15 de agosto, único día de feria que libraba, para ponérselo e insuflarle vida. Rabiaba por vestirse de flamenca desde que tenía memoria pero nunca estaba la cosa pa las chalauras de la niña.

Aquel verano del 88 lo logró hilvanando retales del sueldo. Regio, rojo y con tó el surtío: peinecillos, flores, pulsera y unos zarcillos tan largos que le besaban los hombros.

¡Qué poderosa se sintió en la tienda mientras amoldaban a su  cuerpo las hechuras!.

 —Escótelo má, la espalda hasta la cintura... bien ajustáo.

—Pero mujé que no é un vestío de fiesta… 

—Pá mi si.

A su gusto quedó, como un guante. Las mangas de claveles, la falda revoltosa. Y en la cara la ilusión del antojo satisfecho que pan sin rosas no alimenta. 

Ese día el asfalto olía a festivo. Tiró pá el Centro bajando la Tribuna los pobres y siguió hasta el Pasaje Chinitas donde una “Leica” guiri la inmortalizó a la verita de su paisana pétrea. En Calle Larios cayó una granizá por Casa Mira estando raso, con cuidaíto de no mancharse que había sesión de fotos en el estudio de Miguel Ángel en calle Nueva. Sobre el taburete jugó seductora con el abanico mientras la sabia iluminación resaltaba los ojos malagueños.

Competían los faralaes con las flores de la Alameda, esparcía frescura la fuente del Obispo. Papá Parque entreteniendo niños y palomas. 

La inventiva del pueblo llenó los maleteros de jamones, burlándose de los bares reconvertidos en casetas usureras.

La feria urbana nacía más que enseñá.

El rebujito danzaba invisible entre malagueñas y sevillanas.

La niña Amapola no bailó por tener dos pies izquierdos pero anduvo tanto que si el vestío hubiese tenido lunares se le habrían caído todos. 

Después, bien tarde, cuando derrengá se lo quitó se dio cuenta de que había sido muy feliz. 

Tanto que aún hoy sonríe contándolo.

D. W

 

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