domingo, 19 de julio de 2020

A GRANDES MALES...

A GRANDES MALES...
La situación llegó al punto de no retorno. Era insoportable trasegar los decibelios que parían los del otro lado del muro, invadiendo la intimidad, retorciendo los nervios hasta reventarlos como el filamento de una bombilla incandescente. 
A esto se unió el concierto de verano celebrado en una pista de patinaje cercana. Los solos de guitarra podían perdonarse pero en cuanto aulló el cantante empezó a cagarse en el jevymetal y sus pelambreras. 
Añadiendo al cóctel calor, pandemia e insomnio la barbaridad se escribió sola.
Envuelto en el tumulto sonoro apenas se oyeron los crujidos de los blísteres y eso que no fueron dos ni veintidós los confetis dispensados. Varias cervezas y tres vodkas de avión hicieron falta para empujarlos por el gaznate, alguno se pegó al paladar de ahí el abundante bebercio.
Fue la borrachera la que le chivó que si cortaba un blíster al bies se volvía afilado como bisturí. Le dio escalofríos y risa.
El despertar fue raro, de silencio espeso y boca seca . Al desperezarse notó costras en el lugar donde debían estar las orejas y a estas unidas consanguíneamente a la almohada. 
Nada grave que una media melena no pudiera ocultar ni el aprendizaje de lectura de labios remediar.  
Ensartó los pabellones auditivos con hilo de pescar y los colgó en la cancela del vecino. El malaje lo denunció por amenazas con vudú.
Encima.
D. W.   



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