lunes, 17 de febrero de 2020

SEXO, AUTOENGAÑO Y TINDER

SEXO, AUTOENGAÑO Y TINDER.
Al separarse se quedó sin ganas de hombre, encontrar trabajo y criar a su hija eran prioridad.
Cubría sus necesidades digitalmente y a dormir que mañana se trabaja.
Pero ya divorciada, con sueldo seguro y la niña en Erasmus sus cuarenta y tres veroños le pedían alegrías mas carnales. 
Al recuperar las amigas de soltera encontró que el 75% andaba como ella y otro 20%  estaba al caer.
Los sábados se maquillaban como geishas, embutiéndose el conjuntito Women’s Secret y los zapatos tortura. 
Para gustarse a sí mismas, claro.
Pronto entendió que podían estar más jamonas pero la competitividad para ligarse al más buenorro era la misma de  cuando adolescentes.
En principio solo buscaba aventuras. Un polvo intenso y salvaje con una pizca de ternura después. Luego si te he visto no me acuerdo o quedar de follamigo, cargo oficioso que hace avío.
Pero se hartó de beber gin tonics y contonearse en la pista para acabar en el guarrindongo lecho de un separado o en un hotel sin bufet.
Entonces apareció Tinder. Solo tenía que deslizar el dedo para  eliminar los pochos y quedarse con los guays.
Si un hombre la elegía a su vez el sistema proporcionaba los medios para conversar en privado.
Empoderaba encontrarse cada día con más de mil likes. 
Subía fotos encabezando: “aquí, solita, haciendo ejercicio para estar en forma”, recibiendo de inmediato pulgares enhiestos.
Era muy selectiva y los primeros la desilusionaron aunque sirvieron para desfogue.
Físico y resistencia amatoria le eran indispensables pero también algo de saber estar. Uno en el primer acercamiento casi le arranca a mordiscos el piercing ombliguero y eso sí que no.
Por fin encontró su Romeo perfecto. 
Cincelado en gimnasio, profesión liberal y que le dice lo distinta que es de las otras, particularmente de sus locas ex mujeres. Ella concuerda. 
No hay ex que valga un pimiento en boca del viceversa.
Viven en luna llena de miel y se escapan los finde que a él no le tocan los niños. 
Se ven poco y hablan menos, sacándose mutuo provecho.
Para cuando empiecen a mirarse con ojos de ex...
Siempre les quedará Tinder.
D. W. 
*Este relato fue publicado por la revista “El Observador” el viernes 14 de febrero de 2020. 

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