sábado, 12 de julio de 2025

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

 DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS 


“Nací con los ojos chiquitos y una boca minúscula que se negó pronto a hablar. Mis padres se avergonzaban de mí, sobre todo al compararme con sus otros hijos, todos ángeles de mirada celeste y divinas palabras. Con el tiempo aquellos querubines, hermanos míos solo de sangre, fueron envejeciendo, se encapotaron sus párpados y se les pudrió el aliento mientras mis ojos y mi boca se engrandecían volviendose inmensos, al igual que el coraje de no adular a nadie ni comulgar con despojos para lograr la aprobación de los mensos. Tengo ordenada la cocina al milímetro a la par que mis adentros, que el diablo me lleve si un día me muerdo la lengua, me saco los ojos y dejo de significarme en mis luchas tal como hasta ahora he hecho”

*Fragmento de “Trozos”

Dela W





domingo, 22 de junio de 2025

ROMANCILLO ESTIVAL

  

Romancillo estival

 

Corre ya, niña,

 hazte las trenzas,

recógete el cabello

para estar fresca.

Viene el verano

con lanza fiera,

aguijoneando campos,

colinas y praderas,

pero a la noche, niña,

suéltate el pelo

para que cubra

mi cuerpo entero.

No tengas miedo,

que a la mañana

yo tejeré tus trenzas

tal como estaban.

 

Dela W

.



sábado, 21 de junio de 2025

REGRESIÓN

 Abro un maletín verde oliva, quizá de piel, y al instante se cuela en mi nariz un olor a laurel seco. Levanto el papel de seda que cubre como una colcha las prendas dormidas desde hace casi un siglo: baberos, camisitas, faldones azules y rosas pecosos de tiempo pero aún tiesos de almidón, bordados con flores y animales cándidos como de otro mundo parejo a este, me susurran “Dela ¿has cruzado el espejo?” No es el Conejo Blanco quien habla, sino una gata estrábica de hocico rojo vestida con un camisón de mangas tan largas que esconden sus patitas. “Voy a ello” -le respondo- Y cerrando de nuevo el maletín avanzo un pie para entrar en el azogue.



viernes, 20 de junio de 2025

NURI

 La gata Nuri, ocho años con nosotros, debe andar cerca de los diez. Chiquita, pizpireta y parlanchina. Es feliz jugando con una pelotilla de papel o con cualquier hojita que se encuentre por el suelo. Duerme la siesta en el sofá y de noche en su cuna, junto a nuestra cama. Por las tardes le gusta acechar a un  fantasma que también vive en casa. Cuando lo atrapa lo pone a mis pies. Yo le doy un baño, lo tiendo, lo plancho y lo suelto de nuevo, no vayan las visitas a criticarme por tener al fantasma percudido.

Dela Uvedoble 


sábado, 8 de marzo de 2025

HILVÁN LARGO

 HILVÁN LARGO

 

Al alzar las manos para ensartar la aguja al trasluz de un rayo de sol, a Teresa se le desvía la mirada hacia el resplandor del papel de orillo que figura el río de su humilde belén. Casi han acabado las fiestas, se pisa ya un nuevo año, pero aún queda el día de Reyes, la más emocionante, sin embargo, desde que nació su niña, la teme porque no puede dejar junto a sus zapatitos un juguete. Este año le ha bordado un pañuelo blanco con tanto primor que parece espuma y le dirá, para conformarla, que ya es una niña muy grande, cerca de cumplir los siete y hacer la comunión.

 

Teresa está metida en sus veinticinco, es modista y todo el mundo la cree viuda. La verdad es que fue madre siendo soltera, por esto hubo de abandonar su pueblo dónde hasta las piedras estaban al tanto de su bochornosa condición. Curiosamente para quien le hizo la criatura nadie tuvo reproche ¿qué culpa tenía el señorito de ser tan guapo? Él no pagaba los virgos, pero si salía barriga entregaba unos duros al bastardo. Teresa los tomó porque la situación no estaba para dignidades, aunque rogando a la Santísima Virgen, que también es madre, cobrara al charrán sus canalladas.

Harta de pasar vergüenza sin culpa, tomó a su niña, marchando hasta otra capital donde nadie la conocía, y santificó el dinero comprando una máquina de coser de segunda mano. Alquilaron sala y alcoba en un bajo con ventana a la calle y no fue perezosa para colgar en la reja un cartel que rezaba:

MODISTA ECONÓMICA Y FORMAL

Fue comprobar las comadres su buen oficio y hacerse de clientela. Hoy, su fama de habilidosa llega hasta el centro y son muchas las señoras que quieren relumbrar a poco coste. Le llevan el figurín y ella confecciona cualquier modelo por difícil que sea, incluso de novia, A pesar de esto, solo saca para ir tirando.

Teresa descose el forro de un abrigo deslucido para darle la vuelta y, ejerciendo su magia, convertirlo en nuevo. La mata el que su hija esté ilusionada con que los Reyes van a traerle una muñeca “de verdad” pues la pobre siempre las ha tenido de trapo. De momento le es imposible comprar ni una de cartón. Se consuela diciéndose que la vida es un hilván largo y algún día mejorará su suerte. La sacan de esos pensamientos amargos unos toques en la puerta.

Adelante, dice. Quien entra es una marchanta cargada con dos paquetes:

               —-¡Buenas! te traigo el retal para la blusa y esto, a ver si te hace avío.

Desenvuelve Teresa el bulto y aparece una Mariquita Pérez, la muñeca soñada por todas las niñas. Asombrada, mira a la dadivosa con cara de lela.

                 —Fíjate que le faltan las piernas hasta las rodillas. La pava de mi hija la dejó caer sobre el brasero. Ya no la quiere, le dan susto los muñones negros. Su padre le va a comprar otra, claro.

                  —Claro -dice Teresa llena de pasmo, conocedora del dineral que cuesta.

                 —Seguro que tu chiquilla no es tan remilgá.

                 —No, ¡pobre mía!, gracias, señora.

                —Ná, si eso me haces una rebajita en el corte, guapa.

 

Teresa idea ponerle unas medias llenas de serrín compactado, disimulando las juntas con los muñones mediante unos puchos de perlé y reforzadas por unas botitas de piel sacada de un monedero viejo. También sanea el vestido añadiéndole un volante.

 

Amanece el seis de enero más feliz para la chiquilla de Teresa, que abraza a la muñeca sin importarle sus piernas fláccidas.

          —¿De dónde habrá sacáo la modista pal dispendio? -preguntan las vecindonas.

             —Dicen que una clienta se la ha dáo por estar rota.

             —¡Ofú que suerte tiene! -comenta otra con retintín.

 

Juega la niña sentada en el escaloncillo de su casa cuando se acercan las hijas de las vecinas: mírala, presumiendo con las sobras de los ricos, e intentan levantar las faldas de la muñeca a pesar de que su dueña la esconde tras de sí.

             —¡Quietas parás -grita una voz zangolotina- que os arreo con la muleta!

Las niñas salen corriendo, burlándose: “¡toma del frasco, el Cojo defendiendo a la huérfana!”

El chavea avanza hacia ella renqueando, trabado por los hierros que aprisionan sus piernas.

                —No les hagas caso. Tu muñeca es como yo, que le habrá dáo la polio.

               —Mi mamá dice que me la han traído porque saben que la cuidaré bien.

   —Tu madre lleva razón.

La niña le pregunta si le pinchan los alambres y el mozuelo, tanteando el andamiaje, se quita importancia: no, ya estoy acostumbráo.

Teresa, que ha estado escuchando, primero con rabia y luego con desgarro, se hace ver:  

             —Mira, mamá, este niño es como mi Mariquita, seguro que su madre será muy buena y por eso la cigüeña se lo ha traío a ella para que lo cuide. A las madres descuidás les dejan los rorros que no están rotos, ¿verdad?

             —Si, hija, así mismo es -con el dedo corazón, encallecido del roce con el dedal, deshace una lágrima de orgullo- ¿queréis merendar?

              —No señora, no le quiero hacer gasto -dice el muchacho, disimulando el sentimiento.

              —Hombre, no es que vayamos a reventar, pero para un hoyo con aceite y azúcar hay.

 

Sentados alrededor de la mesa camilla, al calorcillo del picón y entre risas, comulgan los tres con pan bendito esa tarde de Reyes.

 




miércoles, 8 de enero de 2025

DEL ROJO AL VERDE

 DEL ROJO AL VERDE

 

Cada siete de enero, sin falta, descuelgo los adornos de Navidad, reúno todos los dulces desperdigados en una sola bandeja donde irán enranciandose (o serán la solución para un capricho de azúcar cualquier tarde fría) y volvemos a comer fruta de postre. Me gusta poner como plato estrella de este día, el primero libre de la histeria que nos asalta en estas fiestas, una verdura servida de forma esplendorosa. El retorno a lo verde y natural debe ser a lo grande. Hogaño me he decantado por las alcachofas, benéficos frutos del huerto por su poder de limpiar el hígado. He escrito “fruto”, pero la alcachofa no es una verdura sino una nutritiva flor con un corazón carnoso, dispuesto a entregarse a docenas de exquisitas preparaciones culinarias. Para reiniciarnos con el año las he preparado con sencillez: les he cortado el tallo y despojado de sus hojas más duras, de las que suelo roer el uñero blanco porque su amargor me recuerda a la infancia cuando mi abuela me las ofrecía si entraba en la cocina a mendigar un refrigerio (a los niños de antes nos criaron para encontrar palatable la textura de lo crudo) luego, así enteritas, las he cocido en agua con un poco de sal. Después de comprobar que estaban tiernas pinchándolas, dejé que escurrieran bocabajo mientras yo quitaba los adornos para encerrarlos en su madriguera del trastero hasta el próximo veintitantos de diciembre.

Una vez templadas y haciendo acopio de la paciencia de un mono, he ido abriendo sus hojas con la delicadeza de quien acaricia un libro antiguo hasta dejarlas como un nenúfar de Monet. Tras esta operación, las he pasado levemente por la plancha manchada apenas con buen aceite de oliva. Una ligera lluvia de sal gorda, que suavizará sus aristas con el calor, las adereza estando listas para ser degustadas con parsimonia. Esta es otra ventaja de esta flor maravillosa: su alto poder saciante. Al masticar hoja por hoja se experimenta el mismo placer que al comer pipas, con la virtud de ser más nutritivas y menos calóricas.

En los siguientes días desfilarán por mi mesa coliflores, calabazas, berenjenas… y volverán las amadas legumbres tanto en potajes como en ensaladas templadas. Queden los guisos interminables y elaborados en cuarentena. Concluyeron las fiestas su entente dulzón y grasoso ¡viva la grácil normalidad!

Dela W




martes, 31 de diciembre de 2024

PARÁBOLA DE LA HACENDOSA

  

PARÁBOLA DE LA HACENDOSA

Estos últimos meses he abierto mucho el costurero. La ropa, esperando la cirugía ambulatoria apilada en una silla y los gritos lastimeros de las cortinas pidiendo ser liberadas del nudo que impedían su arrastre, no dejaban mi conciencia en paz. Puntada tras puntada he dejado los deberes hechos. A cambio, tengo los dedos como acerico. Ahora me invade la calma del deber cumplido. Ya puedo morir con la satisfacción de que no me crean dejada.

Haciendo balance me percato de necesitar una visita a la mercería. Debo bajar al Centro, pues en mi barrio ya cerraron todas. De una de ellas traje tremenda cantidad cuando hizo liquidación, pero al fin, es material fungible y veo que hay canutillos de hilo exhalando su postrera bocanada. Me recuerdan a un cuento que leí siendo niña, de esos con moraleja y moralina: una señora deja en testamento dinero y joyas a sus ingratos hijos y sólo un costurero, provisto eso sí de cientos de carretes, a la sobrina que la cuidó durante su enfermedad. La chica no tiene más remedio que ejercer de modista para no morirse de hambre y, como cose una barbaridad, gasta pronto las hebras descubriendo que están enrolladas en billetes del más alto valor (hoy serían de 500€ con el consiguiente problema con Hacienda, pero eso en tiempos de Maricastaña no se contemplaba) En mi caso la bobina es cartón o plástico y se muestra tan desnuda como la calva de un alopécico. Es hora de reponerlas y hago una lista de los colores que necesito, confiando en acertar. El ojo humano es incapaz de memorizar los tonos exactos y las fotografías mienten aconsejadas por la luz, buena abogada del diablo cuando quiere. Pongo los hilos agonizantes sobre una mortaja blanca y disparo la cámara. Ya tengo algo qué enseñar a la dependienta, aunque acabaré comprando tonalidades parecidas. Las tintadas nunca son iguales ni siquiera si provienen de la misma fabrica.

Todo esto pudiera ser metáfora de un año que se va, raído por frotarse con mil imprevistos, y de otro venidero reclamando zurcidos semejantes a bordados, incluso vainicas, pero quizá se tenga que conformar con parches. Yo solo pido hilos y luz sincera para poder hacer mis arreglos. Lo demás… he de confiar que se me dé por añadidura.

D. W




DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

 DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS  “Nací con los ojos chiquitos y una boca minúscula que se negó pronto a hablar. Mis padres se avergonzaban de mí,...